Batalla de Chacabuco
12 de febrero de 1817

Antecedentes: Campaña de Los Andes

Movimientos previos

El día 5, Marcó del Pont ordena que las tropas establecidas en Colchagua, Talca y Curicó se reúnan en Santiago. El día 7, el ejército de los Andes desemboca en el valle de Aconcagua. Había atravesado cuatro cordilleras, transpuesto alturas hasta de 5.000 metros y recorrido 500 km. El día 8, el mayor Marqueli hace ocupar con tropas que habían estado operando en la cordillera, la cumbre de la Cuesta de Chacabuco, al Norte de la cual el camino que une el valle de Aconcagua con Santiago se bifurca, denominándose el del Ejercito "de la Cuesta Vieja" y el otro "de la Cuesta Nueva"; Ambos se unen en proximidades Norte de la Hacienda de Chacabuco. El día 10, Marcó nombra comandante en jefe al brigadier Maroto, quien con tropas que se encontraban en Santiago debía dirigirse a Chacabuco, reunirse allí con las fuerzas que se encontraban en la zona esperar a las unidades que aún no habían terminado su reunión. El día 11, Maroto llega a Chacabuco y se adelanta a las alturas que Marqueli había hecho ocupar, ordenando mantenerlas a toda costa. Su idea era ocuparlas al día siguiente con la totalidad de sus efectivos. San Martín resuelve marchar el día 12 para atacar al enemigo donde lo encuentre, a pesar de o haber llegado aún parte de la artillería, siendo su propósito no dar tiempo a los realistas para la concentración de sus fuerzas.

Fuerzas

Ejército de Los Andes: 3.600 hombres y 9 piezas de artillería

Ejército realista: Aproximadamente 2.450 hombres con 5 piezas de artillería

La acción

A las dos de la mañana del 12 el Ejército de los Andes inició la marcha. Desde Manantiales continuó en dos columnas, organizadas con anterioridad: la del Oeste por el camino de la Cuesta Nueva, a órdenes de Soler, constituida por los batallones 1º y 11º, un escuadrón de Granaderos a Caballo, el escuadrón escolta y 7 piezas de artillería; la otra por el camino de la Cuesta Vieja, al mando de O'Higgins, formada por los batallones 7 y 8, el regimiento de Granaderos a Caballo (menos el 4º escuadrón) y 2 piezas de artillería. San Martín seguía con esta columna. Las tropas realistas que ocupaban la "cumbre de la Cuesta", dos compañías una fracción de jinetes al mando del capitán Mijares, amenazadas de envolvimiento, tuvieron que replegarse.

Maroto, al comprobar que ya no era realizable su idea de defenderse con todas las fuerzas en las alturas precedentemente citadas, resolvió ocupar una posición en: cerro Guanaco - falda Norte del cerro Quemado - cerro Chingüe, lo que hizo de inmediato.

Las tropas del capitán Mijares fueron perseguidas durante su repliegue por el tercer escuadrón de Granaderos a Caballo y también por el batallón Nº 8.

No obstante las recomendaciones de San Martín respecto de la coordinación con que debían actuar las dos columnas en que se había dividido el ejército, O'Higgins al llegar ante la posición realista se dejó arrastrar por un impulso heroico e inició el ataque a la misma.

La eficacia del fuego enemigo hace retroceder a las columnas de ataque, que buscan guarecerse en el cerro de las Tórtolas Cuyanas. Maroto, que ignoraba el avance de la columna Soler, creyó entonces que la victoria era suya y destacó algunas fracciones para precipitar el repliegue patriota.

En esa circunstancia llegó San Martín, quien al apreciar lo critico de la situación envió a Soler la orden de apresurar el avance, y poniéndose al frente del primero y segundo escuadrón de granaderos a Caballo se lanzó a la carga a fin de asegurar dicho repliegue. La carga tuvo pleno éxito.

Reorganizadas las unidades, O'Higgins se lanzó nuevamente al ataque, en momentos en que Soler iniciaba su acción contra el cerro Chingüe.

Los realistas atacados por todos lados tratan de formar cuadro en el centro de la posición, pero son derrotados y se retiran con sus restos dispersos hacia la Hacienda de Chacabuco.

Soler persigue paralelamente y corta la retirada de los infantes enemigo en la hacienda nombrada; Tras una breve resistencia aquellos se rinden a discreción.

La caballería patriota persiguió a los dispersos hasta el portezuelo de la Colina, distante unos 20 km de Chacabuco, desde donde regresó a la hacienda de este nombre, en la cual el ejército había pasado al descanso a las 14 horas.

Pérdidas

Patriotas: 11 muertos y 110 heridos. Aunque un número mas creible habla de aproximadamente 112 muertos.(Memorias de Jerónimo Espejo). Teniendo en cuenta el cruento ataque frontal de O'Higgins sobre la fuerte posicion de Maroto en el cerro Guanaco.

Realistas: 600 muertos, 350 prisioneros, entre ellos todos los jefes, excepto Maroto y Quintanilla; la artillería y el parque con más de 1.000 fusiles.

Consecuencias.

La victoria de Chacabuco marcó el primer jalón para la reconquista de Chile, cuyo territorio constituía la base de operaciones indispensables para la expedición sobre Perú.

 
Anexo

A las dos de la mañana del 12 de febrero de 1817 el Ejército de los Andes marcha hacia su primer Batalla en territorio chileno. Llegados a Manantiales las fuerzas son divididas en dos columnas de ataque; a saber:

La del Oeste bajo el mando de Soler (1), la cual estaba integrada por los Batallones de Infantería Nº 1 “Cazadores de los Andes” y el Nº 11 (2), dos compañías de Granaderos y Volteadores de los Batallones Nº 7 y Nº 8, el Escuadrón Escolta, el 4º Escuadrón de Granaderos a Caballo de los Andes y siete piezas de montaña, fuerte de 2.100 hombres, fuerzas que avanzarían por el camino conocido como de la Cuesta Nueva. Estas fuerzas se ubicarían frente al Morro de Chingue, atacando la posición realista por el flanco y retaguardia.

La del Este bajo el mando de O´Higgins, integrada por el resto de los efectivos del Batallón Nº 7 y Nº 8, los Escuadrones 1º, 2º y 3º de Granaderos a Caballo de los Andes y dos piezas de artillería, fuerte de 1.500 hombres, fuerzas que avanzarían por el camino denominado de la Cuesta Vieja, siendo su misión amenazar con un ataque frontal a la posición enemiga, lo cual sólo debía producirse en el momento en que la columna de Soler terminara su maniobra.

El Ejército realista, tenía la intención de ocupar la cumbre que domina el valle de Aconcagua, pero viendo imposibilitada esta acción, la única esperanza de equilibrar la superioridad de los patriotas, era la de ejercer una defensa extendiendo su línea de resistencia al norte de la hacienda de Chacabuco, entre el Cerro Guanaco y el Morro de Chingue, cubriendo perfectamente de esta forma el camino de la Cuesta Vieja, pero no así el otro camino, el de la Cuesta Nueva, por lo cual permitía el envolvimiento de su posición por este camino, justamente la acción que se proponía realizar la columna de Soler.

Conforme al plan de ataque las dos columnas patriotas iniciaron su movimiento en busca de los enemigos. Como dijimos ya, el asalto de la posición realista debía ser al mismo tiempo y coordinada.

Mientras la División Soler marchaba lenta y penosamente por los desfiladeros que bordeaban el Cerro de las Cabras, Almendro y Morillo, el avance de la División O´Higgins se efectuó con mayor rapidez, por ser mejor y más corto el camino de la Cuesta Vieja y ante el inexplicable abandono de las posiciones adelantadas realistas confiadas al capitán Mijares; de tal forma que al mediodía, O´Higgins y sus hombres habían alcanzado el Morro de las Tórtolas Cuyanas.

El desastre de Rancagua en 1814, lo que produjo el aplastamiento de la Revolución Chilena surgida en 1810 y el éxodo al que se vieron obligados a realizar los patriotas trasandinos, seguramente influyó y mucho en la decisión que tomó O´Higgins. Muchos dicen que él se propuso ganar solo la batalla de Chacabuco, sin la ayuda de ninguna otra fuerza, pero esta decisión errada estuvo a punto de desestabilizar todo el plan concebido con tanta maestría por San Martín. El Jefe chileno avanzó con su columna de ataque hasta la distancia de tiro y luego de hacer fuego contra el enemigo por cerca de una hora, dio la orden de pasar a la bayoneta:

“Soldados: ¡Vivir con honor o morir con gloria! El valiente siga: ¡Columnas a la carga!”

Las mismas palabras enunciadas en la Batalla de Rancagua, sin lugar a duda, buscaba venganza por esa derrota.

“El atrevido movimiento de O´Higgins fue una verdadera insubordinación, y aunque en sus apuntes pretende hacer ver, que cuando divisó al enemigo volvió hasta donde estaba San Martín para pedirle hiciera avanzar toda la caballería a fin de continuarlo... O´Higgins ataca por su cuenta y riesgo con gran denuedo, pero faltando abiertamente al plan de batalla. Se adelanta en dos columnas por el camino real hasta pasar una acequia, luego de lo cual, los cañones del enemigo, jugando ya sobre sus columnas, lo pusieron durante un momento en crítico desorden.”

Mientras todo esto ocurría en el campo, Soler todavía estaba a medio camino. San Martín al ver comprometido a O´Higgins, manda a su Ayudante Alvarez Condarco a que inste a Soler a que cargue cuanto antes el flanco realista. Soler puesto a la cabeza de su división no cesaba de repetir ¡Al fuego muchachos! ¡Al fuego!, avanzando al trote de su caballo, seguido de los batallones que, a toda prisa, corrían también en la misma dirección por entre barrancos y precipicios.

A la cabeza de la División Soler iban los integrantes del Batallón de “Cazadores de los Andes” y, en el momento en que el Jefe de la División observa la situación en el campo de batalla, manda al capitán de la primera compañía, don Lucas Salvadores, para que se descuelgue sobre el flanco enemigo. En el acto, esta fuerza es seguida por los demás cuerpos de infantería de la columna.

Acompañando esta acción están las fuerzas del 4º Escuadrón de Granaderos de los Andes y el Escuadrón Escolta, los cuales al mando del coronel don Mariano Necochea se lanzaron sobre el enemigo para apoyar la acción de los infantes.

Al frente de los Granaderos iba la sección del Teniente Eugenio Necochea, hermano del coronel, el cual ataca con suma decisión a la caballería enemiga:

“... los sables de los granaderos caen y vuelven a levantarse cada vez más rojos, pero un bravo soldado español derriba a Eugenio de un bayonetazo en la tetilla izquierda. Mariano presencia el episodio, sus ojos se enturbian y su voz suena a salvaje alarido: “!Adelante, Granaderos!”, es el grito que electriza a aquellos criollos, que ven a su jefe lanzarse a la carrera barranca abajo, sin apenas darles tiempo a seguirlo. Espolean los granaderos y con una lluvia de piedras desprendidas, se precipitan sobre la caballería realista cuatro veces superior, que les sale al encuentro. Ya el sable del Comandante les está señalando el camino con su sangrienta carnicería. La furia de Necochea se contagia a sus hombres y el ímpetu de los argentinos doblega a los del Rey. Sigue un espantoso entrevero en que sólo se escuchan golpes, ayes y maldiciones, y finalmente cede el enemigo que es duramente perseguido. Mariano Necochea aumentados sus bríos por lo que creía la muerte de su hermano, causó personalmente estragos en las filas adversarias...”

El flanco derecho del enemigo es abierto por la turbación que sufría en el izquierdo por la acción de los Granaderos de Necochea y la infantería de los cazadores. Entonces el coronel Zapiola con el resto de los Escuadrones penetra por esta posición acuchillando a toda la caballería realista que se le interpone. El Escuadrón al mando de Medina, por orden de Zapiola, pasa por un claro de la línea de la infantería y cae sobre la izquierda del centro realista, acuchillando a los artilleros sobre sus cañones, mientras que Zapiola con los otros escuadrones penetra por el costado derecho.

En este momento, los negros del 7 y el 8 al mando de O´Higgins recién pueden tomar la posición a la bayoneta, gracias a la brillante carga de los Granaderos, mientras que Necochea penetrando por la retaguardia, continuaba destrozando a la caballería realista por la izquierda y Zapiola, en idéntica maniobra lo hacía por la derecha.

“El empuje de los Granaderos mandados por Zapiola y el concurso oportuno de Necochea, pusieron en completo desorden al enemigo y lo obligaron a huir...”

Juan María Gutierrez

En unos pocos minutos, gracias a la bravura de los Granaderos la batalla estaba decidía a favor del Ejército de los Andes...

“La carga de los granaderos fue muy eficaz, y esos sables de lata, como decían los españoles, les hicieron terribles estragos. Los Granaderos de Zapiola, después que dieron la primera carga, volvieron a rehacerse y dieron la segunda que fue definitiva. Todo cedió al empuje de estas cargas y el enemigo se pronunció en derrota después de haber hecho una resistencia extraordinaria. Los granaderos habían hecho heroicidades en el campo, los infantes concluirían la obra”.

Alfredo G. Villegas

“Memorias Inéditas del Coronel don Manuel Alejandro Pueyrredón”

“Los españoles, más numerosos, sostuvieron bravamente el choque y rechazaron la primera carga. La lucha duraba desde hacía una hora, cuando una segunda división aparece en el fondo de la infantería de Maroto. La caballería – los escuadrones 1, 2 y 3 de granaderos -, aprovechando un instante de indecisión y conducida por sus hábiles Jefes Zapiola y Necochea, cargan con impetuosidad. Desde ese momento no hubo más resistencia, los realistas desbandados emprenden la fuga sobre Santiago y son vivamente perseguidos. Y aquella persecución, como ocurre siempre en las guerras de América sobre todo, fue más mortífera que la batalla misma ...”

Santiago Arcos

“La Plata”, Pág. 352

“... su maniobra tan feliz como atrevida, fue realizada como lo dice San Martín, del modo más bravo y distinguido. Esta admirable carga de Zapiola a la cabeza de sus escuadrones, fue de indiscutible peso para pronunciar la derrota enemiga...”

Vicuña Mackena

“El asombrado General realista Rafael Maroto, había concentrado una parte de sus esparcidas fuerza y esperaba ansiosamente en ataque de los independientes.

- Granaderos: ¡flanco derecho, carguen!, es la voz de mando vibrante del valeroso Zapiola, que arremete a la cabeza de sus centauros, destruyendo cuanto se opone a su paso...”

General Juan Gregorio de Las Heras

El éxito del Ejército de los Andes fue total. Las pérdidas realistas se estimaron en 600 prisioneros, con 32 oficiales, entre ellos muchos de graduación; igual o mayor número de muertos; su artillería, un parque y almacenes considerables y la bandera del Regimiento “Dragones de Chile” y la del Regimiento “Talaveras”.

Entretanto, las fuerzas realistas que no habían alcanzado a entrar en acción se retiraban aprisa por los caminos que van al sur, al mando de Sánchez, de Quintanilla, de Barañao y Morgado; Elorreaga y Marqueli quedaban muertos en el campo de batalla con muchos oficiales subalternos.

Los cuerpos que habían tomado parte en la batalla estaban deshechos; los “Talaveras” casi todos prisioneros, y de sus oficiales sólo escapó su jefe, el cual sería luego capturado. El feroz capitán Zambruno (3) y su cómplice el capitán Villalobos del mencionado Regimiento fueron encausados como facineros; y, destituidos de la calidad de militares, en razón de la notoriedad de sus crímenes, fueron fusilados y colgados en la horca, sin que el virrey ni los realistas hubiesen reclamado jamás, ni ejercido represalia. Tal era el conocimiento que todos tenían de sus infames atentados y de la justicia de la sentencia.

Chacabuco puede ser considerada como una batalla de aniquilamiento, la cual fue lograda con un mínimo de bajas, al estilo sanmartiniano. Si se hubiese contado con la caballada en mejores condiciones, sin lugar a dudas la persecución hubiera dado más frutos. Pero también hay que tener en cuenta que los informes llegados a San Martín, hablaban de fuertes efectivos realistas al mando del coronel Barañao, los cuales en una acción arriesgada pero no por ello descabellada, podían sorprender al Ejército patriota dislocado en plena persecución de los fugitivos.

Sin embargo, al día siguiente el teniente Aldao (4) del Regimiento, tomó prisionero a Marcó del Pont, con el auditor de Guerra Lazcano, el comandante general de la Artillería coronel Fernando Cacho y otros personajes de renombre. Acto seguido se procedió a ajusticiar al jefe del Regimiento de “Talaveras”, teniente coronel don Vicente San Bruno, por los crímenes cometidos contra los civiles en Chile luego de la batalla de Rancagua.

Las consecuencias de Chacabuco fueron trascendentes para el éxito final de la revolución americana. Desde el punto de vista militar se había logrado infligir una severa derrota a los efectivos realistas, dejándolos en manifiesta inferioridad para poder intentas recuperar de forma inmediata el territorio perdido. Políticamente, las Provincias Unidas se veían afirmadas y por primera vez parecía realmente amenazado el poderío español arraigado en el Perú. Pero no cabe la menor duda, que lo más importante fue el espíritu de sacrificio y de combate que se desprendió de esa máquina de guerra y que desde entonces hasta Ayacucho se irradiara a los patriotas del continente para luchar por su libertad.

El triunfo de Chacabuco había demostrado la razón del genial pensamiento de San Martín sobre la factibilidad del cruce de los Andes para liberar a Chile como primer jalón de la gran epopeya. Lo diría con espartanas palabras en el parte de la victoria, que eleva el 22 de febrero desde su Cuartel General en Santiago al director supremo. En el último párrafo dice:

“Finalmente, el comandante Cabot sobre Coquimbo, Rodríguez sobre San Fernando y el teniente coronel Freire sobre Talca tienen iguales sucesos; en una palabra, el eco del patriotismo resuena en todas partes a un mismo tiempo y al Ejército de los Andes queda para siempre la gloria de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile...”

General don José de San Martín

Ocampo, Esteban Darío – “Centauros de Los Andes – Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo Grl San Martín 1812-1820” – Editorial Dunken, Bs As – Págs 162 a 169

 

Croquis de la batalla