Batalla de Maipo
5 de abril de 1818

Antecedentes:

Campaña de Maipo La noticia de Cancha Rayada (ver 19 de marzo) produjo en Santiago una gran conmoción. El día 24 llegó O'Higgins, confirmando que la columna Las Heras se había salvado, lo cual hizo renacer la confianza. El 25 llegó San Martín.

Reorganización del Ejército Unido

En la junta de guerra que en seguida se celebró se propuso la retirada hacia Aconcagua para reorganizar el ejército. San Martín se opuso luego de hacer informar a Fray Luis Beltrán, quien aseguró que los depósitos se hallaban colmados, sabiendo ambos que en realidad estaban vacíos.

Se reclutaron trabajadores, hombres y mujeres, para las fábricas del ejército, se remontaron las unidades y se organizó un campo de instrucción en los llanos de Maipo. Se estableció un servicio de seguridad y se destacó exploración sobre el enemigo.

A principios de abril el Ejército Unido contaba con 5.500 hombres. Estaba listo para iniciar las operaciones.

Avance del ejército realista

Se inicio desde Talca el 24 de marzo. El 27 llegó a Chimbarongo. Ese día las patrullas patriotas de exploración tomaron contacto con aquél, contacto que ya no perdieron, manteniendo permanentemente informado a San Martín.

El 30 de marzo, en las cercanías de Rancagua, el capitán Caxaraville con 60 granaderos a caballo derrotó a 200 jinetes realistas causándoles 30 muertos.

Movimientos previos

Ejército Unido. San Martín, cuyo plan consistía en esencia en salir al encuentro de Osorio interceptándole el paso hacia la capital y librar batalla al Sur de la misma, fue a situarse en la parte oriental de la Loma Blanca, 10 km al Sur de Santiago, cubriendo los caminos qu3e conducían a ésta y amenazando el de Valparaíso. En esa situación los patriotas permanecieron los días 2, 3 y 4 de abril.

Ejército Realista. El día 3 alcanzó la hacienda de La Calera, al Sur del lugar que ocupaban los patriotas. La idea de Osorio era eludir por lo pronto la batalla dirigiéndose a Valparaíso, a la sazón bloqueado por su escuadra, organizar allí una base para las futuras operaciones y disponer de una línea de retirada para el caso de ser derrotado.

Con esa idea continuó la marcha hacia el Noroeste y el 4 acampó en la hacienda de Lo Espejo.

Al día siguiente, comprendiendo que no podría eludir la batalla en razón de la proximidad del enemigo, Osorio fue a situarse en la loa triangular inmediatamente al Nordeste de Lo Espejo y en el cerro Errázuriz, donde esperó el ataque patriota.

Al comprobar la actitud realista, San Martín desplazó su ejército para colocarse frente al enemigo.

Fuerzas en presencia

Patriotas: 4.900 hombres y 21 piezas de artillería (en Santiago, donde se encontraba O'Higgins, había quedado un batallón y tropas milicianas). Los efectivos de algunos batallones no pasaban de 200 hombres.

Realistas: cerca de 5.300 hombres (según el parte patriota de la batalla) y 14 piezas de artillería. Cada batallón tenía cerca de 1.000 hombres.

Desarrollo de la acción

Primer momento (12 horas)

Avanza todo el Ejército Unido.

La caballería patriota de ambas alas carga a la caballería realista y la derrota.

El ala Noroeste (Las Heras) tiene éxito y alcanza un lugar favorable para la continuación del ataque.

El ala Sudeste (Alvarado), en cambio sufre un serio revés: los batallones 2 y 8 retroceden desordenadamente.

Segundo momento

En el ala Sudeste la intervención de los Cazadores de los Andes equilibra la situación. Llega la reserva patriota y todas las fuerzas del ala atacan. En el ala Noreste las tropas realistas que ocupaban el cerro Errázuriz retroceden hacia el Sur abandonando su artillería y son atacadas por el batallón Coquimbo y un escuadrón de granaderos a Caballo, que las obligan a penetrar en el callejón de la hacienda Loe Espejo. Osorio ordena la retirada Tercer momento

El ejército realista retrocede desordenadamente hacia Lo Espero, El ejército realista retrocede desordenadamente hacía Lo Espejo. Osorio se esfuerza por impedir la dispersión de sus tropas, pero no lo consigue. En seguida abandona el campo de batalla. Ordóñez presenta una última resistencia en las casas de Lo Espejo, la cual cuesta a los patriotas unas 250 bajas. A las 17 llega O'Higgins. Una hora después la batalla ha terminado.

Pérdidas

Patriotas: unos 1.000 hombres entre muertos y heridos.

Realistas: 2.000 muertos, 2432 prisioneros, y toda artillería, 3.844 fusiles y 1.200 tercerolas.

La persecución . Estuvo a cargo de Zapiola con los Granaderos a Caballo. Iniciada con retardo, no tuvo éxito. Mas de 600 fugitivos logran llegar a Talcahuano. Consecuencias.

Las principales fueron: Aseguro la independencia de Chile.

Posibilito la expedición libertadora a Perú.

Hizo posible las victorias decisivas de Carabobo y Boyacá obtenidas por Bolívar

Nota: Se adjunta un excelente Anexo por Esteban Ocampo.

 
 

Anexo

“Por su importancia sólo pueden equipararse a la batalla de Maipú, la de Boyacá, que fue su consecuencia inmediata, y la de Ayacucho, que fue su consecuencia ulterior y final; pero sin Maipú no habría tenido lugar Boyacá ni Ayacucho...”

General Mitre

El 2 de abril el ejército patriota estaba pronto para operar. La posición que éste tenía en el campo era excelente, ya que le permitía estar de frente al enemigo si el mismo intentaba atacar Santiago, o convertirse sobre la derecha y cerrarle el paso si Osorio pretendía cortar los caminos de Aconcagua y Valparaíso.

El Ejército Patriota adoptó el clásico dispositivo de combate de la época, formado por una línea de infantería de ataque al frente, al mando de Balcarce, e integrada por dos Divisiones equivalente en fuerzas. Estas dos Divisiones eran las siguientes a saber:

Derecha: al mando del Coronel Las Heras, integrada por el batallón número 11 con el sargento mayor Guerrero; el Batallón número 1 “Cazadores de Coquimbo” con el sargento mayor Thompson; el Batallón “Infantes de la Patria” con el teniente coronel Bustamante; y una batería de artillería con ocho piezas en el flanco derecho a órdenes del teniente coronel Blanco Encalada.

Izquierda: al mando del Coronel Alvarado, integrada por el Batallón número 1 “Cazadores de los Andes” con el sargento mayor Zequeira; el Batallón número 8 “Cazadores de los Andes” con el comandante Martínez; el Batallón número 2 de Chile con el teniente coronel Cáceres, una batería de ocho piezas en el flanco izquierdo a las órdenes del sargento mayor Borgoño; dos escuadrones de los “Cazadores a Caballo” con el coronel Freire a su frente; y los “Lanceros” de Chile al mando del comandante Bueras. En el centro de este dispositivo se colocaron cuatro piezas a las órdenes directas del comandante Regalado de la Plaza.

Reserva: al mando del coronel Hilarión de la Quintana, integrada por el Batallón número 7 con el coronel Conde; y los batallones número 1 y 3 de Chile con el comandante Rivera y el teniente coronel López. A éstos efectivos se sumaban el escuadrón de los “Cazadores de la Escolta”; y cuatro piezas de artillería.

En el ala derecha San Martín ubicó al Regimiento de Granaderos a Caballo bajo el mando de su Jefe el Coronel Zapiola, más un escuadrón de artilleros montados.

En el ala izquierda se unieron a las fuerzas los otros dos escuadrones de “Cazadores a Caballo”, al mando del sargento mayor Orellano.

En el centro de todo este dispositivo se ubico el Cuartel General, con San Martín y todo su Estado Mayor.

Según lo previsto por San Martín, los realistas con Osorio a la cabeza llegaron el 3 de abril a la zona cercana a los campos de Maypo. Una vez allí se fueron ubicando en forma de cubrir tres posibles objetivos al mismo tiempo: Santiago, Valparaíso y las comunicaciones con los Andes. Todo esto era conocido por San Martín, el cual hizo mover rápidamente a todo se efectivo de manera de tomarle el flanco derecho o la retaguardia si los realistas continuaban con su avance.

Observados estos movimientos por los temerosos oficiales españoles, resolvieron hacer pie en los Caseríos del Espejo. Es notable el respeto que los Jefes Superiores realistas tenían hacia la hábil técnica de San Martín. Esto provocaba que lentamente fueran avanzando sobre el terreno, de una forma casi temerosa, lo cual era apreciado no sólo por el jefe de las fuerzas realistas, el General Osorio, sino también por el mismo San Martín. Obviamente las reacciones eran distintas en los dos bandos en conflicto: a San Martín y los patriotas ésta actitud del enemigo lo fortalecía y hacía presagiar grandes augurios si se daba la ansiada batalla; mientras que en Osorio esta marcha hacía que pidiera una retirada hacia la costa al abrigo del fuego de la escuadra. No estaba dispuesto a dar batalla en esas condiciones, ya que para él era exponerse a perderlo todo.

Convocado Consejo de Oficiales, Osorio expuso lo mencionado alegando que era mejor retirarse a la costa al abrigo del fuego naval y moverse lentamente hacia Talcahuano, para de esta forma completar con nuevos refuerzos a la expedición. Una vez en la plaza, sostenía, que se podría embarcar a la tropa y amagar desembarcos en distintos puntos, para luego ocupar Valparaíso o la misma Santiago, con los patriotas vencidos en la confusión. Sin embargo, Ordoñez, que como vimos en toda la campaña de Chile se había portado de una forma muy encomendada, se oponía. Exponía, en contra de Osorio, que lo mejor era aprovechar la moral alta luego de Cancha Rayada y continuar con la marcha sobre Santiago para así forzar a San Martín a dar una batalla decisiva.

Precisamente esto era lo que San Martín quería, por lo cual el día 4 redactó una serie de consideraciones para los oficiales de cada cuerpo. En una de esas consideraciones, se encargó de describir los uniformes de los diferentes regimientos del enemigo, las señas, distintivos o rasgos peculiares de cada uno de los jefes de los mismos. En otra menciona al Regimiento de Burgos: “A éste se le debe cargar la mano, porque es la esperanza y el apoyo del enemigo...” también hacia las siguientes recomendaciones en diferentes artículos:

Artículo 9:

“Si algún cuerpo, tanto de infantería como de caballería, fuese cargado al arma blanca, no esperará de pie firme, sino que a la distancia de cincuenta pasos saldrá a encontrarlo a sable o bayoneta...”

Artículo 11:

“Hay circunstancias en que los jefes de los cuerpos no deben esperar orden del general. Tales son las de ver a otro cuerpo batido y ser necesario pasar en su auxilio; el de que el enemigo quiera envolver cualquiera de nuestros flancos; tal el de cargar cuando el contrario despliega o se halla en marcha, y, en fin, todo lo que sea ayudar a reestablecer el orden con sus esfuerzos en cualquier punto en que flaquee la línea.”

Finalmente en el Artículo 16 se puede leer lo siguiente en coronación a todas las recomendaciones dadas al ejército:

“Los señores jefes del Ejército deben estar persuadidos de que esta batalla va a decidir la suerte de toda América, y que es preferible una muerte honrosa en el campo del honor a sufrirla en manos de nuestros verdugos: yo estoy seguro de la victoria con la ayuda de los jefes del Ejército, a los que encargo que tengan presentes estas observaciones...”

Sin lugar a dudas seria Maypo una batalla decisiva para, no solo la suerte de Chile, sino también de toda América. Cualquiera de los dos bandos derrotado jamás podría reponerse de las pérdidas por mucho tiempo.

El día 5, apenas aclarecido el día, San Martín con la ayuda de su edecán O´Brien, el oficial de ingenieros D´Alve y un asistente, se acercó lo que más pudo al campo enemigo. En el momento en que él observaba los movimientos de los realistas, pudo comprobar la maniobra de ellos: mover sus columnas por el flanco izquierdo, procurando ganar el camino de Valparaíso y circunvalar a Santiago por el occidente. El Gran Capitán ya había observado lo que quería, y en cuanto llego a su campamento, mando realizar un movimiento conversivo de toda la línea sobre la derecha, marchando a encontrar al enemigo en una dirección casi oblicua, con el objeto de envolverles el flanco.

Al darse cuenta Osorio del peligro que corrían sus fuerzas, mando detener todo el movimiento y formó su línea en el terreno mismo que ocupaba. Decimos Osorio, pero bien es sabido que el mando de las tropas lo tenía Ordoñez, y el vencedor de Rancagua solo se limitaba a realizar observaciones o mantener dicho mando, pero desde la lejanía del frente. Al hacer el alto de todos los movimientos, pudieron ver los jefes realistas la ventajosa posición de las fuerzas de San Martín, y por lo tanto se formó a los hombres de la siguiente manera, tratando de contrarrestar la ventaja del terreno que tenían los patriotas:

Izquierda: con el Coronel Morla a la cabeza, integrada por el Regimiento “Burgos” (1), el Regimiento “Arequipa”(2) y cuatro piezas de artillería.

Derecha: con el Coronel Ordoñez al frente, integrada por el Batallón “Concepción”, formado por soldados chilenos, el Batallón “Infante Don Carlos”, formado por soldados peruanos, y cuatro piezas. A su vez formaban los escuadrones de “Dragones de Chillán” y “Concepción”.

Reserva: con el Coronel Primo de la Rivera al mando, integrada por seis compañías de Cazadores y Granaderos, con cuatro piezas sobre lo alto de una lomada, y en el bajío los escuadrones de “Lanceros y Dragones del Rey”, al mando del coronel Morgado. La misión de esta reserva, era de acudir con sus hombres a las posiciones donde las contingencias de la batalla lo reclamasen. Más atrás de ubicó el cuartel general, con una pequeña fuerza de caballería y una compañía de Granaderos.

El plan concebido por los españoles era esperar a la noche para continuar con su movimiento sobre Valparaíso y Santiago. Pero al formar sus columnas de esta forma, preveían un intento de ataque por parte de los patriotas, por lo cual juntando a sus dos columnas y sosteniéndose con firmeza por la aglomeración de sus hombres, intentarían un contraataque con la reserva atrás para terminar con todo el ataque patriota.

Eran las doce del mediodía y los dos bandos se encontraban frente a frente. Los realistas en una posición defensiva, claro está por la desventaja en que se encontraban en el terreno, mientras que los patriotas en una posición de ataque, casi diría agresiva, por la excelente posición en el terreno, y por la necesidad de recuperación después de la trágica noche de Cancha Rayada.

Sin embargo a la ventajosa posición de sus fuerzas, San Martín deseaba conocer la ubicación que el enemigo le había dado a su artillería. Temía que la hubiese agrupado donde el terreno era más angosto para barrerle las columnas que lanzase por allí, haciéndole más difícil el ataque con que premeditaba echarse a las lomas de su frente. Aconsejado por el Coronel Las Heras a que rompiera el fuego la artillería patriota sobre el enemigo, acción que sería imitada por éstos, pudo el General comprobar la ubicación de los cañones de cada una de las columnas de los realistas. Ninguna de las piezas enemigas calló sus fuegos ante la “provocación” patriota. El General había visto lo que quería. Sabía que sus fuerzas podrían atacar el lugar que él quería sin temer ser barridos por el fuego de las piezas. Podría por lo tanto, enviar al lugar a todas las columnas que había dispuesto para decidir la acción. Las Heras al ver las señales del Cuartel General para iniciar el ataque, mando los Escuadrones de Granaderos a Caballo a lanzarse sobre el bajío que defendía Primo de la Rivera y la caballería de Morgado, y comenzó a mover sobre la izquierda a los Batallones de “Cazadores de Coquimbo” e “Infantes de la Patria”. Desde que el Coronel Primo de la Rivera vio el avance de los Escuadrones de Granaderos, temió verse comprometido y en peligro de no poder moverse y acudir a tiempo en apoyo de la columna de Morla, sin que el Batallón Número 11 lo acometiese por el flanco, o por retaguardia. Por este motivo, mandó a Morgado a que saliese al encuentro de Zapiola y sus Granaderos. Era un momento crítico para ambos bandos, ya que Las Heras viendo que Alvarado estaba ya comprometido con toda su columna en medio de las dos masas de realistas, le ordena a Escalada y Medina que carguen a fondo sobre la caballería de Morgado y lo lleven más allá de su infantería. Mientras tanto continúa con el movimiento de los dos batallones que iban a engrosar a la reserva, de manera de desbordar a la derecha enemiga y encerrarla en fuego de flancos.

Los Granaderos dieron muestras de toda su reputación en el ataque sobre Morgado. En una carga como el huracán, lo embisten con un ímpetu extraordinario, siendo la caballería enemiga completamente arrollada en el bajío al que se habían atrevido descender para enfrentar a los centauros. Puestos en vergonzosa derrota, buscan el amparo de su infantería y las piezas de artillería que estaban ubicados más arriba. Los escuadrones los siguen, exterminando a los que ni siquiera habían entrado en combate y se retiraban en la mayor cobardía. Pero llegados a los bordes del sur de la posición enemiga son recibidos con una mortífera descarga de metralla, haciendo que los escuadrones remolineen un momento y vacilen en su avance, situación totalmente restaurada con Zapiola a la cabeza, él cual reorganiza a sus hombres bajo el fuego enemigo y reanuda la carga, siendo ya imposible detenerlos. Se meten barriendo a los pocos jinetes del rey que quedaban por el intermedio que había entre la columna de Morla y la reserva de Primo de la Rivera.

La furiosa intervención de los Granaderos a Caballo, puso en evidencia para Primo de la Rivera la desesperada situación en que se hallaba, ya que no podía acudir en auxilio de las columnas de Ordoñez y Morla. Sin embargo al advertir lo que sucedía a su derecha, abandona las piezas e intenta de igual forma avanzar con toda rapidez al lugar de conflicto, sin darse cuenta que el Batallón Número 11 se mueve al oblicuo de este, cortándole la diagonal que deja a su retaguardia. La columna realista vacila, y se detiene allí perpleja para no dejarse tomar. Dejemos el relato de este lugar de la batalla en este momento, para ver lo que sucedía en el otro frente de lucha.

Alvarado había bajado al llano y empeñándose bravamente en el ascenso del barranco por su frente, es atacado por las dos columnas de Ordoñez y Morla. Las mismas chocan con el centro de la línea patriota y hacen vacilar su centro, compuesto por el batallón Número 8 con el comandante Martínez a su mando y del número 2 de Chile a órdenes del comandante Cáceres. Se intentó reorganizar la línea, pero el centro era demasiado débil para sostenerse ante el empuje en masa de las dos columnas realistas, por lo cual vacilan una vez más, para pronunciarse luego en retirada. A su izquierda quedaba el Batallón número 1 “Cazadores de los Andes”, cuerpo que era comandando por el sargento mayor Severo Zequeira, uno de los más bravos oficiales del Ejército de los Andes. Este oficial conociendo que podía quedar cortado, comienza también a retrogradar sobre la reserva, pero manteniendo un perfecto orden en su formación, y de forma paralela a las dos columnas enemigas, las cuales ya se llevaban por delante a los grupos del 8 y del 2.

San Martín, viendo lo que sucedía mueve hacia el lugar a la reserva de Hilarión de la Quintana, y para que la izquierda tuviera un desahogo, le ordena a Freire que rodee el campo de batalla por la ese lado, y que arrolle y persiga la caballería de “Concepción” y de “Chillán” que guardaba el flanco de la columna de Ordoñez, cargando a su vez las hileras de la mencionada columna por ese flanco y la retaguardia. Bueras, oficial segundo de Freire, pasa con una intrepidez extraordinaria por entre los fuegos del enemigo, muestra digna de los jinetes de la caballería argentina. Carga a los realistas, triunfa contra ellos, pero en medio de su hazaña cae atravesado por el fuego de un cañón. Freire consuma la acción, de manera que los costados de Ordoñez vacilan en su avance.

La reserva aprovecha este momento, entra por el vacío dejado por el número 8 y el 2 y choca de frente con las columnas realistas. Los cuerpos principales de la reserva se comportan de una manera aguerrida, en un derroche de valor sin igual. El teniente coronel Conde al mando del número 7, y los comandantes Rivera y López del 1 y 3 de Chile, lo acompañan en el contraataque. Ordoñez y Morla sienten detenido el avance de sus columnas y el empuje que venían llevando a cabo sobre la línea patriota, al tiempo que la extrema izquierda del cuerpo de Las Heras (los “Infantes de la Patria” y “Cazadores de Coquimbo”) entran por la izquierda de las columnas enemigas, embarazando sus movimientos de una manera grave. El “Infantes de la Patria” choca y es maltratado, pero apoyado por los “Cazadores de Coquimbo”, despliega sobre el flanco de Morla un tremendo fuego.

Por la derecha, mientras tanto, continuaba el movimiento retrógrado de los “Cazadores de los Andes”. Pero al ver la entrada furibunda de la reserva (3), el sargento mayor Zequeira, con su natural arrojo grita: ¡Alto C...! ¡Frente a la izquierda!... ¡Fuego!... y el flanco derecho de Ordoñez ve caer a muchos de sus hombres acribillados por la tremenda descarga cerrada. Ordoñez estaba en aprietos graves, ante el empuje detenido por el frente por la reserva patriota, ahora se sumaba el fuego sobre sus flancos. Sin embargo intenta sostenerse, ya que todavía tenía suficientes hombres y la esperanza de la ayuda de Primo de la Rivera. Pero, todo caería en breve, ya que al empuje de los patriotas con la reserva, ahora se sumaban los restos del 8 y el 2 que habían sido reorganizados por Alvarado. El teniente coronel Martínez se lanza a la bayoneta y ahora cuenta con la ayuda de Freire y los Escuadrones de Granaderos a Caballo para empeñar su acción. Ordoñez y Morla tratan de desplegar sus masas, pero con los violentos choques el espacio entre ellas se había acortado, por lo cual se enredan... el pánico se apodera de los realistas, la confusión es total en las dos columnas y ninguno de los Jefes podía poner eso en orden. Viendo San Martín la situación de los realistas, ordena que todos los cuerpos entren a la bayoneta al momento. A pesar de los numerosos grupos que todavía dispone, Ordoñez comienza a ceder. El desorden de ellos, no dejaba posibilidad de reorganizar su línea para sostenerse contra la carga de los patriotas; Morla está en la misma situación... Sólo quedaba la ayuda que podía traerles Primo de la Rivera y sus hombres para rehacerse. Pero éste no podía llegar ya que como vimos anteriormente, el Batallón Número 11 le había cortado la diagonal, tomándole de esta forma la retaguardia. A esto se sumaba el empuje de dos de los escuadrones de Granaderos a Caballo, los cuales sumados al número 11 ponían a la reserva enemiga en una situación más que grave: detenerse y sostenerse en ese campo era la derrota total, ya que se veía expuesto al ataque de todo el ejército patriota en un lugar sin posiciones, además que sería totalmente desorganizada con la enorme masa de hombres de fugitivos de Ordoñez y Morla. Resuelve retirarse y fortificarse en el Caserío del Espejo, huyendo de los peligros expuestos, si bien en forma precipitada, pero en perfecto orden sobre la mencionada posición.

Mientras Las Heras continuaba detrás de este cuerpo, intentando llegar antes al Caserío, la gran masa de fugitivos realistas huyen sobre el mismo punto avisados que ese sería el lugar de reunión para intentar sostenerse. Las Heras envió con suma rapidez un parte al General San Martín en el cual le describía la situación en su frente de combate, y le pedía que enviara inmediatamente unas piezas de artillería para poder empeñarse en contra de los fugitivos y la reserva enemiga, acantonada en el Caserío del Espejo. El general en Jefe, comisiona para esta acción al General Balcarce, el cual toma las piezas de Regalado de la Plaza y Borgoño, dirigiéndose hacia el Caserío.

Eran las tres de la tarde. El plan de Primo de la Rivera era sostenerse en el Caserío un par de horas, hasta que llegada la noche, pudiera retirarse hacia el sur con su fuerza más los dispersos de las otras columnas. Cabe resaltar que es el mes de abril, y por lo tanto la luz del sol no estaría sino hasta las cinco y media a lo sumo, por lo cual era imperioso que Las Heras acometiera contra los dispersos antes que la oscuridad ganara el campo. Pero a pesar del apuro, los realistas consiguen entrar antes al Caserío y ganan prontamente todo el predio, apoyándose en unas piezas de artillería que habían dejado en el lugar, previendo que la acción de Maypo no les fuera favorable y tuvieran que retirarse allí. A los pocos momentos llegaba Las Heras con sus hombres al lugar, y viendo que el enemigo está solidamente fortificado, resolvió esperar las piezas por no creer necesario sacrificar al “Cazadores de Coquimbo” y al número 11 que lo acompañaban.

Pero el General Balcarce, sumamente ofuscado por el andar de las piezas que llevaba al lugar, se adelanta al galope y arremete contra Las Heras al ver que sus cuerpos sólo sostenían encuentros de guerrillas y no un ataque firme:

- ¿Por qué no ataca usted, coronel?, le grita a Las Heras con muy poca cortesía y mucha excitación ante el cuadro frente suyo.

- Me falta artillería, general, para proteger mi tropa.

- ¿Para que quiere usted artillería, señor? Entre usted a la bayoneta por el callejón; ellos no tienen artillería.

- Si, tienen, general.

- No, señor, la han dejado toda en la fuga: ¡entre usted! ¡entre usted! Que viene la noche...

Ya eran algo más de las cinco de la tarde, y el coronel profundamente contrariado, acató las órdenes impartidas por el General Balcarce. Forma a sus columnas colocando al frente a los “Cazadores de Coquimbo”, el cual es barrido a metralla desde el momento en que ingresa al Caserío. Caen muchos soldados ante el mortífero fuego que los recibía... el comandante Thompson sin embargo persiste en su avance... Otra descarga de metralla, los acribilla por su frente de una manera cruel... 120 hombres, oficiales y tropa, caen ante el furor de los fuegos... La escena es tremenda, entre los gritos y quejidos de los heridos y moribundos, el resto de los hombres de Thompson se repliega por los costados del número 11. Los leones de Las Heras continuaban con el avance, despreciando el fuego del enemigo, tratando de empeñar la acción. El sacrificio era inútil a pesar del derroche de valor. En este momento llega el teniente coronel Borgoño con ocho piezas bien servidas, y un poco después una batería al mando de Blanco Encalada. Se forman las piezas en batería y desatan un tremendo fuego sobre el cuadro de infantería que protegía las alturas del Caserío, al tiempo que el número 11, venciendo las tapias de la izquierda, y apoyado en el otro costado por piquetes del 7 y el 8, se echan sobre los edificios. Acribillada por la metralla, y viendo en peligro el Caserío, el cuadro de infantería enemigo se coloca en el patio de la casona al abrigo de los edificios, dispuesto a enfrentar al número 11 y mantener la posición fortificada. Los hombres de Las Heras, que a pesar del fuego y los peligros venían enteros, se preparaban para tomar parte directa sobre la acción de los infantes del rey. Rompen por las tapias, derriban los obstáculos que se habían ubicado en el lugar y arremete a la bayoneta sobre el cuadro de defensores. Los leones de los Andes se llevan todo por delante en pocos momentos, sin que nada ni nadie pudiera contenerlos en su terrible ataque. Ya no quedaban dudas del resultado de la acción, por lo cual muchos Jefes y oficiales realistas resuelven entrar en las habitaciones del caserío para huir del primer furor de la tropa patriota, mientras que otros intentan saltar los cercos y las murallas para ganar el campo. Muchos de ellos son tomados prisioneros, y otros muertos, razón que motiva la entrega de espadas de los oficiales que se habían refugiado en las habitaciones.

Entre algunos de los que habían intentado salvarse saltando los cercos, estaba Ordoñez, el cual es apresado inesperadamente. Mientras estaba tratando de subir un muro, sintió que le tomaban la vaina y que por el otro costado lo tocaba la punta de una espada. Con sumo respeto, un oficial patriota le pide que se rinda, pero dejándose caer para intentar sacar su espada, Ordoñez cae mal y es oprimido por el oficial patriota nuevamente:

- ¿Con quien piensa usted que habla?, preguntó Ordoñez.

- Con el Coronel Ordoñez, contestó el joven oficial patriota.

- ¿Quién es su Jefe de usted, señor oficial?

- El Coronel Las Heras.

- Tome usted mi espada y lléveme usted donde su jefe.

-Conserve vuestra señoría su espada: me basta su palabra. E incorporándose ambos, retrocedieron a las casas, estando Ordoñez sumamente intrigado por saber cómo lo había reconocido, por lo cual mientras caminaban le preguntó:

-¿Dónde diablos ha podido usted conocerme?

- En Talcahuano: yo le entregué personalmente a Vuestra Señoría en pliego por orden que recibí del señor coronel Las Heras.

- ¡Es cierto! ¿Sobre los presos de la Quirinquina?(4)

- Ignoro sobre lo que era, señor coronel.

- ¿Cómo se llama Usted joven?

- Manuel Laprida, teniente del número 11.

- Bravo cuerpo y bravo jefe.

Así Maypo llegaba su fin. Conducido Ordoñez a la presencia de Las Heras, pudo juntarse allí con los otros prisioneros: Primo de la Rivera, Morla y Morgado, todos tratados con el mayor de los respetos (5).

El Ejército Realista quedó completamente destruido. De los Jefes principales sólo habían escapado el Coronel Rodil y el General Osorio, el cual durante la retirada de las fuerzas de Primo de la Rivera hacia el Caserío del Espejo, aprovecho para evadirse con una fuerte columna de “Dragones de Chillán”. A pesar de la persecución que le hizo el oficial O´Brien con una fuerza de caballería, consiguió evadirse con rumbo sur, dejando en su camino muchas de sus pertenencias.

Habían perdido 826 hombres muertos; 1.346 prisioneros; entre éstos Besa, coronel del Burgos, Latorre y otros 174 oficiales de diferentes graduaciones, además de los mencionados anteriormente: Ordoñez, Primo de la Rivera, Morla y Morgado. Todo el parque, repuestos, vestuarios y enseres de todo género, con más de cuatro mil fusiles, quedaron en manos de los patriotas. El triunfo había sido costoso, también para los patriotas: además del teniente coronel Bueras, perdieron siete oficiales de mérito y como 700 hombres entre muertos y heridos.

La suerte de Chile estaba echada en pos de la libertad. ¿Pero que papel tuvo en esta batalla el Regimiento de Granaderos a Caballo? Cómo vimos, gran parte de la acción se decidió por las cargas de los centauros. Sino, veamos los comentarios de algunos autores sobre la actuación que le cupo al Regimiento en la Batalla de Maypo:

“Los escuadrones de Dragones del enemigo se atrevieron a descender, pero fueron cargados sable en mano por los granaderos a caballo al mando de Zapiola, y puestos en vergonzosa derrota...”

Juan María Gutierrez

“Reunidos los granaderos, Zapiola marcha sobre los enemigos, y después de encarnizado combate consigue derrotarlos y acuchillarlos en todas direcciones...”

Manuel de Olazábal

“Memorias”

“Los escuadrones 3º y 4º volvieron a rehacerse sobre el 1º y el 2º que sostenía hechos el Coronel Zapiola. Reforzada nuevamente la caballería enemiga, vuelve sobre nuestros escuadrones, que rechazan, luego de rehacerse sobre los otros escuadrones del Coronel Zapiola que sostiene admirablemente estos movimientos. Entonces caen todos sobre el enemigo al cual derrotan y persiguen...”

Manuel de Pueyrredón

“Memorias”

“El Regimiento de Zapiola se contentó con “arrearlos” para echarlos fuera del campo...”

Vicuña Mackena

“ Un grueso trozo de caballería – dice San Martín en el parte de la acción – se vino a la carga sobre los Granaderos a Caballo, que formados en columnas y por escuadrones avanzaban siempre de frente. Zapiola, en estos momentos dispuso que dos escuadrones mandados por Escalada y Medina saliesen al encuentro del Coronel Morgado, Jefe de la Caballería realista que hacía avanzar sus Dragones de Frontera. Zapiola sostuvo con firmeza estos primeros movimientos y dispuso el avance con desdén del peligro; pero los escuadrones de Escalada y Medina, bajo el intenso fuego de fusilería y metralla enemiga, se remolineaban y replegaban, Zapiola se lanzó entonces en su protección con los dos escuadrones de reserva (1º y 2º), los impelió a rehacerse con su valeroso ejemplo y cargó al enemigo, dispersándolo y obligándolo a retirarse en desorden. Esta enérgica y oportuna acción del bravo Jefe de los Granaderos a Caballo y su ulterior comportamiento en la batalla, fueron factores indiscutibles del gran éxito logrado aquel día memorable...”

Federico Zapiola

“Zapiola, soldado de Chacabuco y Maypo”

Pág. 113 – 114

Todos estos testimonios aquí volcados nos hablan del primer momento de la acción, sobre el campo de Maypo. Veamos aquí lo sucedido después en el Caserío del Espejo:

“...Simultáneamente el renombrado Coronel Las Heras, con su batallón número 11, carga saltando “tapias” bajo un intenso fuego mortífero, despedazando a la bayoneta cuanto encontraron en la plazoleta de la Casa de Espejo (...) El experimentado Coronel Zapiola, con los Granaderos a Caballo, entra también sable en mano por el callejón bajo el terrible fuego que lo despedazaba, acuchillando en la “quinta” y “potreros” a los que tenazmente aún disputaban la victoria...”

Coronel Manuel de Olazábal

“Memorias”

“Cuando todavía los enemigos formaban columna en masa, nuestra caballería, los acuchillaba sin misericordia por derecha, izquierda y retaguardia...”

Manuel Pueyrredón

Una vez más los centauros respondieron con creces ante sus responsabilidades. Maypo recogió la admiración de América y de Europa... Cada uno de los vencedores, también. La conducción excepcional, el espíritu de lucha pleno de valor, fe y patriotismo fueron los pilares de la victoria. Y obviamente si mencionamos estos valores, estamos hablando de mucho del regimiento.

Nada quedó del enemigo. Solamente Osorio con su guardia de “Dragones de Chillán”, pudo escapar. A éstos se sumó el Coronel Rodil con 18 hombres y un guía. La suerte de Chile estaba echada y la libertad llegaba para quedarse, esta vez definitivamente...

Ocampo, Esteban Darío – “Centauros de Los Andes – Historia del Regimiento de Granaderos a Caballo Grl San Martín 1812-1820” – Editorial Dunken, Bs As – Págs 197 a 209